Una mañana, al salir de su casa, una mujer encontró a tres ancianos de barbas largas y blancas sentados en el jardín. Parecían cansados y en necesidad de descanso.
—No sé quiénes son ustedes, pero deben de estar hambrientos. Por favor, pasen y les ofreceré algo de comer —dijo la mujer con una cálida sonrisa.
Los tres hombres intercambiaron miradas y uno de ellos respondió:
—Gracias por tu amabilidad, buena mujer, pero no podemos entrar todos juntos en una casa —respondió suavemente.
La mujer, sorprendida, preguntó:
—¿Por qué no?
Entonces, el anciano de la barba más blanca señaló a cada uno de sus compañeros:
—Él se llama Riqueza —dijo señalando al primero—, y él es Éxito —añadió, indicando al segundo. Luego, se llevó la mano al pecho y dijo—: Yo soy Amor. Vuelve a tu casa y decide con tu familia cuál de nosotros deseas invitar.
Intrigada, la mujer fue rápidamente a compartir la propuesta con su familia. Al escucharla, su esposo entusiasmado exclamó:
—¡Invitamos a Riqueza! Llenemos nuestra casa de abundancia y prosperidad.
La esposa, pensativa, respondió:
—¿Y si invitamos a Éxito? Con él seremos respetados y alcanzaremos todas nuestras metas.
Desde su habitación, la hija de ambos los escuchaba y, sintiendo que faltaba algo, dijo:
—¿Por qué no invitamos a Amor? Siempre pensamos en Riqueza y Éxito, como si Amor no fuera importante para nosotros.
Conmovidos por la sabiduría de su hija, los padres se miraron y asintieron.
—Tiene razón. Que entre Amor en nuestra casa —dijo el padre con una sonrisa.
La mujer salió al jardín y se acercó a los tres ancianos.
—Hemos decidido invitar a Amor —anunció, contenta.
Para su sorpresa, los tres ancianos se pusieron de pie y comenzaron a caminar hacia la puerta.
Confundida, la mujer miró a Riqueza ya Éxito.
—Pero… ¡yo sólo invité a Amor! —exclamó, mirando a los otros dos.
Los tres ancianos sonrieron amablemente y respondieron al unísono:
—Si hubieras invitado a Riqueza o a Éxito, los otros dos se habrían quedado fuera. Pero cuando eliges a Amor, él nos lleva a ambos. Donde hay Amor, Riqueza y Éxito siempre lo acompañan.
Reflexión
Esta fábula nos recuerda que el Amor es el nacimiento de la verdadera plenitud. Muchas veces, nos enfocamos en acumular riquezas o alcanzar éxito, olvidando que estos valores son efímeros si no están acompañados de relaciones sinceras, cariño y respeto. Al invitar al Amor a nuestras vidas y a nuestras decisiones, abrimos la puerta a la paz, la armonía y un éxito que va más allá de lo material. Así, el amor se convierte en el imán que atrae a todas las demás bendiciones. La pregunta final de la fábula, «¿A cuál dejarías tú entrar en tu casa?», nos invita a reflexionar sobre nuestros propios valores y prioridades, recordándonos que la verdadera riqueza es la que no se mide en bienes, sino en conexiones profundas y genuinas.