Cuando hablamos de inteligencia emocional, solemos pensar en habilidades como la empatía o la resiliencia, que son fundamentales y reconocidas. Sin embargo, existe una habilidad menos mencionada, pero igual de poderosa: la Regulación o Gestión Emocional.
Pero, ¿Qué significa regular nuestras emociones? Es más que simplemente mantener la calma. Es la capacidad de identificar, sentir, comprender, aceptar y gestionar lo que sentimos, pensamos o decimos, de manera que podamos afrontar los desafíos con mayor claridad y equilibrio.
El valor de aceptar lo que sentimos
Nuestro mundo emocional está lleno de matices: desde la alegría y la felicidad, que todos deseamos, hasta emociones más desafiantes como el miedo, la ira, el dolor o la tristeza. Un error común es evitar, negar o huir de estas últimas, pensando que son «malas» o que nos debilitan, pero intentar evitar ciertas emociones es una verdadera trampa.
Evitarlas no las hace desaparecer, solo nos aleja de entendernos a nosotros mismos.
Las personas que han desarrollado la regulación emocional comprenden que todas las emociones tienen un propósito. Incluso las más incómodas nos ayudan a aprender y crecer. Regularlas no es reprimirlas ni dejarse arrastrar por ellas, sino aprender a sentirlas, a verlas, con valentía y aceptarlas como una parte natural de la vida, que no nos define ni se mantienen eternamente si aprendemos a gestionarlas.
El poder de detenerse a reflexionar PARA
¿Te has tomado alguna vez un ,momento para pensar antes de responder en una situación tensa o desagradable? Esa pausa breve es uno de los signos más claros de regulación emocional. Es el momento en el que elegimos cómo actuar, en lugar de dejarnos llevar por impulsos reaccionando sin control, pudiéndonos arrepentir luego.
Esa habilidad de detenerse permite observar lo que está ocurriendo, evaluar la situación con perspectiva y tomar decisiones más conscientes.
Como decía Viktor Frankl: “En la pausa entre el estímulo y la respuesta, reside nuestra libertad”.
Desarrollar esta capacidad transforma conflictos en oportunidades para conectar y aprender, tanto con los demás como contigo mismo.
Aprende a ser tu propio refugio en momentos complicados
¿Eres capaz de calmarte cuando te enfrentas a una situación complicada? Esta habilidad es una muestra de fortaleza emocional. Según investigaciones, la capacidad de auto-consolarse no solo reduce los niveles de estrés, sino que también disminuye el riesgo de ansiedad y depresión.
Esto no significa que ignores tus emocione, por el contrario, implica aprender a darte consuelo y calma en lugar de depender únicamente del exterior, de otros o de otro lugar o situación. Es un gesto de amor propio, amor hacia uno mismo, que te permite recuperar el equilibrio incluso en los momentos más difíciles.
Comunicar lo que sientes desde el equilibrio
Expresar lo que sentimos es fundamental, pero hacerlo de manera constructiva es la diferencia. Una buena regulación emocional implica comunicar nuestras emociones sin reprimirlas, pero también sin dejarlas explotar de forma destructiva.
Por ejemplo, si alguien te ha hecho sentir mal, en lugar de culpar o atacar, puedes expresar tu malestar de forma calmada y asertiva. Esta forma de actuar además de facilitar el entendimiento también refuerza tu autoestima al demostrar que puedes gestionar tus emociones con calma.
Siempre insisto en que muy importante aprender a comunicarnos de forma asertiva, aprender a poner límites asertivos compartiendo lo que queremos, necesitamos o sentimos y sólo requiere práctica.
La empatía es la guía emocional
Comprender lo que sienten los demás no solo fortalece nuestras relaciones, sino que también mejora nuestra propia gestión emocional. Al ponernos en el lugar del otro, aprendemos a gestionar nuestras respuestas con más sensibilidad y a construir conexiones más profundas.
La empatía nos recuerda que las emociones no nos aíslan, sino que son una conexión hacia los demás. Al entender a quienes nos rodean, también nos comprendemos mejor a nosotros mismos.
Un desafío para crecer emocionalmente
La gestión emocional no es un don, sino una habilidad que se desarrolla con práctica y dedicación. Nos ayuda a vivir los altibajos de la vida con serenidad y mayor bienestar, así como nos permite construir relaciones más auténticas y satisfactorias.
Hoy te propongo un reto: elige una emoción difícil que hayas sentido recientemente y trata de comprender qué te quiere decir. En lugar de rechazarla, dale un espacio y observa cómo cambia tu relación con ella. Cada pequeño paso cuenta en el camino hacia el equilibrio emocional.
La Gestión Emocional en el Acompañamiento Oncológico
En el contexto del cáncer, tanto para pacientes como para familiares y acompañantes, la regulación emocional es esencial. Las emociones intensas como el miedo, la tristeza o la frustración son naturales, pero aprender a gestionarlas ayuda a enfrentar este proceso con mayor claridad y fortaleza.
Para los pacientes, la gestión emocional permite aceptar sus sentimientos sin sentirse dominados por ellos, encontrando momentos de calma y resiliencia. Por su parte, los familiares y acompañantes, al regular sus emociones, pueden estar presentes desde la empatía y no desde la angustia, evitando el agotamiento emocional y mejorando la comunicación.
¿Por qué es tan necesaria?
- Fortalece la comunicación: Expresar emociones de manera asertiva facilita el entendimiento mutuo en momentos delicados.
- Reduce el estrés: Ayuda a prevenir el desgaste emocional tanto en pacientes como en acompañantes.
- Promueve la empatía: Permite conectar desde el apoyo, creando un espacio seguro para el paciente.
La regulación emocional no solo es una herramienta para el proceso oncológico, sino un aprendizaje que transforma vidas, ayudándonos a vivir con más equilibrio y humanidad.
«Cuando aprendemos a gestionar nuestras emociones, no solo afrontamos mejor el cáncer, sino que transformamos nuestra vida y la de quienes nos rodean, creando un espacio donde la calma, el bienestar y la fortaleza caminan de la mano.»