Escribo este artículo hoy porque trabajando las emociones que voy viendo que necesitan atención en mi, he recordado el momento en que fui consciente del «muro del corazón» que había creado a mi alrededor, de su espesor y cómo me estaba ahogando.
En ese momento, entendí que había creado una barrera de protección tan sólida y gruesa, como si fuera de cemento o más bien de hormigón, en círculo al rededor de mi. Sé que era enorme un espesor de más de un metro y yo estaba en medio, sin apenas capacidad de movimiento, me ahogaba a la vez que me protegía. A veces tenía más espacio de movimiento aunque ahora sólo lo recuerdo con agobio y presión. Porque esa debió ser su función original, protegerme que es cómo, de forma subconsciente surgen estas barreras.
Ahora sólo lo siento como una tela, un tul o lino que aún me presiona y que debo seguir gestionando. Debo darle las gracias a ese Muro del Corazón porque, aunque doloroso, tenía una función muy clara: protegerme del sufrimiento emocional. Como ocurre con muchas barreras emocionales, el objetivo original era evitar el dolor, las heridas que no sabía cómo gestionar, las experiencias pasadas que se fueron acumulando y que, a lo largo del tiempo, me llevaron a construir esa fortaleza interna. Si bien el muro cumplió su función en su momento, en ese momento supe que la protección que ofrecía ya no era necesaria, que me hacía daño y debía aprender a gestionarlo, a permitir que mi corazón volviera a abrirse y a sentir plenamente, a volver a conectar con la gente, a ser libre.
Hoy me gustaría hablaros de ese Muro del Corazón, un concepto que puede resonar en muchos de nosotros, especialmente en aquellos que han atravesado experiencias tan dolorosas y transformadoras como el cáncer.
¿Qué es el Muro del Corazón?
El «Muro del Corazón» es una metáfora que describe cómo nuestras barreras emocionales se van acumulando con el tiempo, como una forma de protección contra el dolor. Estos muros se construyen inconscientemente para evitar la vulnerabilidad y las emociones intensas, pero con el paso del tiempo, también nos aíslan de los momentos de alegría, amor y conexión profunda con los demás y con nosotros mismos.
En la enfermedad, en el cáncer, muchas veces levantamos este muro como una respuesta al miedo, la tristeza, la angustia o las experiencias traumáticas que no podemos procesar. Aunque el objetivo inicial es protegernos, el muro también se convierte en un obstáculo que impide la plena conexión emocional y, con el tiempo, reduce nuestra capacidad de sentir de forma auténtica.
El Mecanismo Neuroemocional Detrás de la Coraza
Desde el punto de vista neuroemocional, la creación de estas barreras está relacionada con el circuito de amenaza en nuestro cerebro. Cuando vivimos experiencias que superan nuestra capacidad de afrontamiento, el cerebro activa la amígdala, que se encarga de identificar situaciones que podrían representar un peligro. Es entonces cuando el cuerpo se prepara para defenderse, creando lo que podríamos llamar una «coraza emocional».
Estudios sobre variabilidad de la frecuencia cardíaca (HRV) han demostrado que un HRV bajo está relacionado con una menor flexibilidad emocional y una mayor rigidez defensiva. Esto significa que cuando nuestro cuerpo y mente están atrapados en este modo defensivo, nos resulta más difícil adaptarnos emocionalmente y conectar con los demás.
Señales de que Tu Muro Está Activo
A veces, el muro se vuelve tan habitual que ni siquiera somos conscientes de su presencia. Sin embargo, hay señales claras de que esta barrera emocional sigue activa:
- Decir «estoy bien» aunque sientas un vacío interno.
- Dificultad para disfrutar plenamente de buenas noticias o momentos de alegría.
- Sensación de opresión o nudo en el pecho cuando te acercas a la intimidad emocional.
- Apartarse de los demás y recibir Comentarios de otros sobre frialdad, distancia o hiper-racionalidad, ya que el muro tiende a apagar las emociones más vulnerables.
Consecuencias a Medio y Largo Plazo
El muro puede ofrecer una protección inmediata, pero a largo plazo, tiene un coste emocional muy importante. Algunas de las consecuencias que surgen por mantener esta barrera son:
- Protección inmediata, pero con coste diferido. El muro ofrece alivio temporal, pero a medida que lo mantenemos, las emociones reprimidas acumulan presión.
- Menos intensidad de ansiedad aguda, pero fatiga por alta tensión simpática. Aunque el muro reduce la ansiedad momentáneamente, aumenta la rigidez emocional lo cual se refleja físicamente y nos deja exhaustos.
- Sensación de control, pero pobreza de empatía y vínculos. Nos sentimos “a salvo”, pero los vínculos genuinos y las emociones profundas se ven limitadas.
- Evitar recuerdos dolorosos, pero mayor riesgo de depresión y somatización. La represión de los recuerdos dolorosos aumenta el riesgo de que esas emociones se manifiesten de manera física o en trastornos emocionales.
Tres Caminos para Derribar el Muro con Suavidad
La buena noticia es que, aunque el muro parece impenetrable, es posible derribarlo de forma suave y gradual. Aquí te propongo tres caminos efectivos para comenzar a liberar tu corazón siempre con mucho amor, sin presionar ni juzgarte y con autocompasión:
1. Coherencia Cardíaca :
Una de las técnicas más sencillas es la respiración centrada en el corazón, que consiste en enfocarse en la zona del pecho, donde está el corazón e imaginar que la respiración entra y sale de esa zona mientras inhalas y exhalas de manera lenta y profunda.
2. Respiración 5-5-5:
Esta técnica de respiración consiste en inhalar durante 5 segundos, exhalar durante 5 segundos y mantener el ritmo durante 5 minutos. Esta práctica relaja el ritmo del corazón y facilita la regulación emocional, ayudando a calmar el sistema nervioso.
3. Focusing + Mindfulness Corporal:
El ejercicio de focusing consiste en atender a las sensaciones físicas que se sienten en el cuerpo, como si fueras curioso con un «nudo» o «placa de granito» en el pecho. Permítete sentir esa presión sin juzgarla, permitiendo que las emociones se liberen en pequeñas “micro-descargas” (suspiros, temblores, etc.).
4. Visualización Terapéutica:
Imagina tu muro emocional. Visualízalo como una pared sólida. Luego, conversa con él: “¿Qué me estás protegiendo? ¿Qué necesitas para que bajes un ladrillo hoy?” Esta visualización puede ayudarte a disminuir el grosor del muro paso a paso.
Te recomendamos que acudas a un profesional para que te guíe y acompañe en todo momento.
Testimonio:
María, una expaciente de cáncer de mama, llegó a Brulemoción sintiéndose “de piedra”. Tras ocho semanas de acompañamiento nos compartió lo siguiente:
«Quité el primer ladrillo cuando me permití llorar frente a mi hija. Ahora siento los latidos y también las risas».
Este testimonio es un claro ejemplo de cómo el proceso de deshacer paso a paso y sin prisas el muro puede traer de vuelta la plenitud emocional y una mayor conexión con el ser y con los demás.
En Brulemoción tenemos recursos, formaciones y acompañamiento especializado para que conviertas estos principios en hábitos sólidos.
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